miércoles, 15 de octubre de 2008

La otra noche te pillé mirandome en el reflejo del cristal, sonriendo, atontado.. y cuando te vi te escusaste.. que mono

Un susurro.. tu mano, mi hombro; mi boca, tu espalda. Shh..
(te quiero)

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Femme Fatale

Te gustaba moverte por impulsos, siempre haciendo lo qe creias que correspodería con tu estado de ánimo. Consumias alcohol indiscriminadamente, dejo de importarte la fecha, y pronto deseaste probar cosas más fuertes. Drogas de moda. Pasaste a lucir un look descuidado que tardabas tres horas en conseguir entre despeinarte y maquillarte para que pareciese que te acababas de pegarte un chute. "Una femme fatale moderna" solias decir despues de una calada, dejando que el humo se deslizase por tus tortuosos labios rojos, lamiendo cada centímetro hasta perderse entre la neblina que solía cubrir los locales que frecuentabas. Nunca supe si de verdad sabías en que consistia aquello pero a ti te encantaba decirlo una y otra vez, tal vez creyedo que te daba un aire mas irresistible.

Ayer te encontré tumbada sobre la alfombra de tu dormitorio, desmallada, envuelta en un montón de somniferos y vómito; sinceramente, a pesar de tu estado, he de decir que realmente tenias un "nosequé" que te hacía parecer irresistible; nadie diría que todavía tenias medio bote de pastillas, que no habías conseguido expulsar, en tu estómago: tu respiración casi imperceptible; tu rostro perfectamente maquillado, a excepción de unas pocas lágrimas negras que, no me extrañaría que había preparado cuidadosamente; tu mano derecha, rozando son delicadeza unos labios furiosamente rojos.

Sí, cualquiera lo diria, y es que en tu vida solo fuiste un montón de poses bonitas.

jueves, 8 de mayo de 2008

Sino

Dos ojos tristes se encontraron en la inmensidad de aquella calle. Sus miradas ya se conocían, y esta vez no se buscaban, pero parecían necesitar algo esta tarde. Por lo menos uno de los dos. Tras una mierda de despertar después de haber compartido otra vez, durante la noche, las vivencias de una muchacha de cuarto de siglo en un sueño, anhelaba unos ojos que le mirasen y unos labios qe no mintiesen por compasión. Lo que en un principio iba a ser un fugaz saludo, sonrisa incluida, se convirtió en una cena para dos en un bar de segunda, aliñada con las carcajadas de recuerdos que mejoran con el tiempo.

- No te marches - le pidió.
- Lo siento, es que.. mi.. me deben de estar esperando. - ( Vaya.. otra noche fría) - Pero si quieres podríamos vernos mañana, si no tienes nada mejor que hacer.
- A las seis y media, en la Plaza Espineda. No llegues tarde, que nos conocemos.

Una sonrisa se esbozó en la cara de ella, de esas de quienes comparten secretos.

¿Te has enamorado alguna vez de alguien a quién no conoces?¿De algo que tú mismo te has encargado de crear? Y no una perfección ni mucho menos.. no.. más bien tu perfecta imperfección.
Éste era su caso.. que extraño para una historia ¿verdad?, y aunque a éste personaje no le guste, sabe que es el narrador quién decidirá por él. También sabe que ella, su otra creación, será la encargada de hacerle sufrir, de que se lamente de no haber dejado pasar la oportunidad, por haber querido sublevarse en mi contra, haber parado en aquel bar y no haber continuado con los pasos marcados.

Eran las siete. "Va a venir, lo sé, quedarán solo.. diez minutos". Y no se equivocaba; su impuntualidad siempre había sido muy puntual. Ahí estaba otra vez esa sensación, ese cosquilleo en el vientre, acompañado por una sensación de frío, vacío, justo debajo del pecho, de saber lo que iba a pasar después.

Mientras ella se acercaba suavemente a su cuerpo él se quedó frío, paralizado. Había planteado tantas veces aquella situación que no supo como actuar.
- Me tienes loco ¿sabes?

Ella sonrió y se limitó a decir:

- Prefiero no decir nada..
- ..mejor que se equivoque el silencio. - pero no supo interpretar su mirada.

Aquel momento se escribió entre susuros. Las sábanas acariciaron sus pieles como si se tratasen de puso aire.
Amaneció y ella ya no estaba junto a él. Pero eso ya lo sabía; la había visto marcharse a eso de las seis intentando hacer el menor ruido posible.

domingo, 27 de enero de 2008

Un libro entreabierto junto a su mano al lado del sofá indicaba que alguien se había adentrado demasiado en los mundo irreales de la historia narrada.

Caminaba por calles modeladas al antojo del viento, con puertas y ventanas dibujadas con tiza en las aceras. De pronto, una de las muchas ventanas se abrió y dejo oír una melodía.. peculiar. Se acercó hasta el lugar de procedencia de esta música y cuando estaba lo suficientemente cerca, como si de una aspiradora se tratase, la rendija le absorbió.
Desde ahí dentro se podía ver el exterior, como si realmente hubiese un cristal; y cuando a salir se disponía se levantaron fuertes ráfagas de viento. Y sin poder moverse, símil a un maniquí carente de voluntad, tan solo pudo mirar como, una a una, las puertas y ventanas desaparecían de la acera. Luego se hizo la oscuridad. Y ya no era nadie.. o por lo menos no podía ver quien era; así que probó a modelar su personalidad.
Fue tirano, ejecutando sombras imaginarias; fue creador, dando forma al bao de su aliento; fue poeta, recordando los sentimientos de aquella persona que no llegó a ser..
Y de pronto.. de pronto.. De pronto vio un cojín bastante familiar, lo había visto antes.. notó un boca reseca, sin saliva, seguramente de haberla tenido demasiado tiempo abierta. Se levantó y miró a su alrededor, un cuartucho lleno de vinilos y libros, esto era todo lo que a sus 29 había modelado. Sonrió.. y volvió a dormir



[lectura, dormir, voluntad, personalidad, música...]

Atardece

Hoy un mar de mentira jugaba a dibujar olas con la arena, y el silencioso sonido que deja la ausencia se colaba por cada centímetro que les separaba. Su pelo, ondeaba con una brisa que olía a ocle, como queriendo formar parte del indescriptible momento que estaba teniendo lugar.
Las nubes acudieron para teñirse de color atardecer, y unos envidiosos farolillos prendieron lo que para él parecían ser unos hipnóticos luceros anaranjados.
Todavia no la habia mirado. Y es que los reencuentros inesperados no siempre producen la sensación que se aguarda.

¿Sabes ya lo que se siente al no sentir nada? - le preguntó ella con la mirada de quienes se anhelaron durante toda una vida